Las glándulas sudoríparas son tubos en forma de espiral de origen epidérmico, aunque se encuentran en la dermis. Sus células secretoras rodean un espacio central o cavidad, hacia la cual la secreción es excretada.
Existen dos tipos de glándulas sudoríparas: las glándulas ecrinas abren la cavidad directamente hacia la superficie de la piel, mientras que las glándulas apocrinas normalmente se desarrollan en asociación con folículos pilosos y se abren hacia ellos.
La mayoría de los mamíferos tiene numerosas glándulas apocrinas en la superficie de la piel con pelo; las glándulas ecrinas normalmente no se encuentran en zonas con vello y se limitan a zonas de fricción, siendo más numerosas a medida que el animal es más avanzado a nivel evolutivo.
Siguiendo la tendencia evolutiva, los humanos tienen la mayoría de glándulas de tipo ecrinas, quedando las apocrinas restringidas a áreas muy específicas.
Estrictamente hablando, las glándulas apocrinas no tienen nada que ver con el sudor y aparecen de forma tardía en el desarrollo fetal casi por casi todo cuerpo. La mayoría desaparecen en unas semanas, excepto las de los canales auditivos externos, las axilas, areolas, el contorno del ombligo y las zonas genitales.
En base a esto, se puede concluir que los ancestros de los humanos tenían glándulas apocrinas ampliamente distribuidas por el cuerpo, y que las formaciones embrionarias son recuerdos de la historia de un sistema orgánico extendido.
En qué capa de la piel se encuentran las glándulas sudoríparas
Las glándulas sudoríparas se encuentran en la dermis, la capa intermedia de la piel, que también contiene tejido conectivo, folículos pilosos y terminaciones nerviosas.
En cuanto a su colocación, las glándulas sudoríparas apocrinas son grandes y numerosas, lo que hace que en la axila las cavidades presionen unas contra otras, formando adherencias de tal complejidad que las glándulas llegan a ser más espongiformes que tubulares.
Cuando las glándulas apocrinas se entremezclan con un número igual de glándulas ecrinas en la axila, conforman lo que se conoce como el órgano axilar, uno de los más característicos de la piel de los humanos.
A pesar de su gran tamaño, las glándulas apocrinas segregan sólo pequeñas cantidades de un fluido viscoso que contribuye muy poco a la sudoración. De hecho, si las glándulas ecrinas no tuvieran presencia allí, las axilas estarían relativamente secas.
Por otro lado, el olor de las secreciones axilares suele volverse más intenso al entrar en contacto con las bacterias de la superficie de la piel. El olor de cada ser humano proviene principalmente de la secreción apocrina, con una parte de contribución del sebo. Como los olores corporales del resto de animales tienen un importante significado social y sexual, se puede asumir que este es el papel adaptativo de la secreción apocrina, incluso en los humanos.
De hecho, la opinión de que los órganos axilares son glándulas odoríferas se apoya en la evidencia proporcionada por el hallazgo de las androsteronas, que son los compuestos responsables de la atracción sexual.

Ubicación de glándulas sudoríparas en manos y pies
Los humanos tienen entre dos y cinco millones de glándulas sudoríparas ecrinas, con una distribución de entre 150 y 340 por centímetro cuadrado. Son más abundantes en las palmas de las manos y las plantas de los pies y, en orden decreciente, en la cabeza, tronco y extremidades. Algunos individuos tienen más glándulas que otros, pero no hay diferencias entre hombres y mujeres.
El rol de estas glándulas en las manos y los pies es mantener las superficies húmedas, para prevenir la descamación de la capa cornea, que es la más gruesa en estas zonas, y para mantener la sensibilidad al tacto. Esto es importante, puesto que una mano seca no tiene buen agarre y es poco sensible.
Por otro lado, las glándulas sudoríparas pueden dividirse entre las que responden a estimulación térmica, cuya función es la termorregulación, y las que responden a estímulos psicológicos y mantienen hidratadas las superficies de fricción. Esto crea una distinción clara entre las glándulas de las superficies con vello y las de las palmas de las manos y las suelas de los pies.
Las glándulas en las palmas y las plantas se desarrollan a los tres meses y medio de gestación, mientras que las de la piel con vello son los últimos órganos de la piel en tomar forma, apareciendo sobre los cinco meses y medio, cuando el resto de estructuras ya están formadas.
Esta separación de acontecimientos a lo largo del tiempo representa una diferencia fundamental en la historia evolutiva de los dos tipos de glándulas. Es decir, las de las palmas y las plantas, que aparecen primero y están presentes en la mayoría de los mamíferos, deben de ser más antiguas; las de la piel con vello, que responden a estímulos térmicos, son órganos más recientes.

